Por Enrique Dans
Un proyecto de ley en Corea del Sur nos trae un debate de los de toda la vida, al menos desde que la red es red: la legitimidad del anonimato. El proyecto de ley, que si nada lo remedia entrará en vigor el próximo mes de Julio, pretende obligar a todas las páginas web con un tráfico superior a cien mil visitantes a registrar a sus visitantes de manera que éstos únicamente puedan escribir entradas o comentar en las de otros utilizando sus nombres reales (UCLA Asia Institute, vÃa Digg) algo que supone la desaparición virtual de la posibilidad de utilizar el anonimato en la red.
Las razones esgrimidas por el legislador se refieren a la necesidad de control sobre delitos como el libelo y las infracciones a la privacidad, un control notablemente difÃcil de ejercer en las condidiones actuales. Y es que de acuerdo, resulta indudable que el anonimato plantea problemas para todo el mundo. El anonimato provoca una sensación de total impunidad, ante la cual un individuo se siente autorizado a insultar, difamar, zaherir o descalificar, amén de posibilitar la comisión de delitos. Recuerdo hace cierto tiempo, en una conferencia, como una persona que reclamaba la prohibición del anonimato en la red acudió al estrado con una bolsa en la cabeza que impedÃa ver su rostro, intentando llamar la atención sobre lo incorrecto de dicho comprtamiento de acuerdo a los usos sociales establecidos, algo que, según él, reclamaba a todas luces su erradicación también en la red.
La persona en cuestión representaba los intereses de una conocida sociedad de autores, y esperaba ya de paso con una medida semejante eliminar la posibilidad del intercambio anónimo de archivos en la red, un comportamiento ilegal según su peregrina e interesada interpretación de la ley. Recurrir a la comparación de lo que ocurre en la red con las circunstancias de la vida cotidiana fuera de la red es una tentación bastante lógica. Yo mismo utilizo ese argumento cuando pretendo discutir basándome en el sentido común. Sin embargo, las comparaciones entre ambos mundos no siempre son perfectas. Efectivamente, una persona que intentase desarrollar su vida fuera de la red con un pasamontañas puesto permanentemente en la cabeza serÃa vista de manera como mÃnimo sospechosa. Pero ¿quiere eso decir que el anonimato no tenga sentido, en la red o fuera de ella?
Desde mi punto de vista, la posibilidad del recurso al anonimato protege libertades absolutamente fundamentales, y eliminarla supone una brutal violación de los derechos del individuo. Si alguien pretendiese obligarme a impedir los comentarios anónimos en mi página, estarÃa dispuesto a irme a alojarla en cualquier otro paÃs con el fin de evitar tal requerimiento, y para nada resulta relevante en mi decisión el hecho de que el anonimato sea utilizado en muchas ocasiones para lanzar insultos o descalificaciones. Cuando elimino un comentario por insultante o descalificante lo hago por lo que pueda poner en él, no por quien lo firme o deje de firmar. Pensar en requerir “manos en la nuca y carnet en la boca†a todo aquel que circule por Internet me parece aberrante, digno de un estado dictatorial.
Fuente: http://www.enriquedans.com/2007/01/libertad-y-anonimato.html