Un camión sin patente estacionó en la Escuela Nacional de Náutica de la Armada el lunes 9. Descargó un volquete y cuatro empleados comenzaron a cargarlo con papeles y cajas del archivo de la institución que funciona bajo el ala del Ministerio de Defensa.
Sin indicios de haber pasado por la debida selección previa al descarte de documentación oficial, el volquete se fue llenando de expedientes, boletas de servicios públicos, pliegos de licitaciones, legajos de cadetes, fichas de empleados, viejos libros de reuniones de la plana mayor e información contable. Incluso, apareció un libro de correspondencia clasificada del período 1954-1974, registros que llevaba el personal de Inteligencia de la Armada en la Escuela.
La orden de tirarlo todo llegó en un memo firmado por el director de la Escuela, el capitán de ultramar Sergio Dorrego, marino mercante, veterano de la Guerra de Malvinas y confeso soldado de Néstor Kirchner, quien lo apuntó en 2003 como director de Transporte Fluvial y Marítimo, cargo que ocupa hasta hoy bajo la órbita del ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo .
Su sintonía con el modelo lo llevó a postularse para el cargo de director de la Escuela Nacional de Náutica en 2011, concurso que ganó a pesar de las numerosas impugnaciones administrativas que intentaron detener el nombramiento. De los seis gremios veedores del proceso cinco se opusieron.
Luego de numerosas denuncias, la Armada realizó una auditoría en la Escuela, en noviembre de 2014. Dorrego les impidió revisar el archivo. Y el 24 de febrero pasado, envió un memo para que cada departamento de la Escuela se deshiciera del material prescindente.
Luis Rodríguez, delegado de ATE en la Armada, trabaja desde hace 32 años en la Escuela de Náutica y fue uno de los empleados del procedimiento.
Empezó a sospechar al ver qué estaba tirando: cajas con legajos de compañeros jubilados hacía tres años, un libro de actas de 1941, documentación contable con menos de cinco años de antigüedad y el libro con información clasificada.
“Nos pareció raro el procedimiento; cualquiera que trabaje en la administración pública sabe que, después de determinado tiempo, la documentación se incinera y destruye, no se manda a un centro de reciclado urbano”, señaló Rodríguez a LA NACION.
Inteligencia
Curioso destino también para el libro de Inteligencia de la Armada, repleto de formularios KL1, la ficha de seguimiento de cadetes, empleados y profesores de la Escuela, con información “normal” para los parámetros de la época: datos filiatorios, religión, deportes practicados, personas y lugares frecuentados y todo dato necesario para tareas de inteligencia.
“Es llamativo que un hombre del riñón K descarte material que es simbólico para este gobierno, porque resume su lucha por los derechos humanos. Es un libro que hoy debería ocupar un lugar en el Archivo de la Memoria, no en un basurero del Bajo Flores”, indicó Fernando Morales, vicepresidente de la Liga Naval.
Rodríguez decidió seguir al camión y recuperó algo del material que se volaba en el camino. En la desesperación recurrió a Morales, por su afinidad con la Escuela.
Morales ya estaba al tanto de las maniobras y le envió un mail el sábado 7 al vicealmirante Leonardo Bassi, secretario general naval de la Armada. No tuvo respuesta. El lunes 9 llamó directamente al ministro de Defensa, Agustín Rossi. “No logré hablar con él, pero a la media hora ya estaban suspendiendo el operativo en la Escuela”, indicó.
Rossi había recibido el mensaje. Envió al comandante del Cuartel General del Estado Mayor General de la Armada (CUEM), Alberto Von Wernich, a la Escuela, quien al llegar ordenó que nadie tocara nada y puso a la asesora legal de la Escuela, Celina Doeste, en custodia de todo.
“Dorrego incumplió la resolución 445/13, de Defensa, que ordenó remitir al Ministerio documentación con valor histórico o que pudiera servir para causas judiciales; violó la ley de protección de datos personales y el reglamento interno de correspondencia de la Armada, que instruye procedimientos específicos para materiales de carácter reservado. Doeste, como asesora legal, tampoco hizo nada al respecto”, explicó Morales.
Consultado por LA NACION, Dorrego declinó hacer comentarios y se limitó a repetir, tres veces: “Consúltele a la Armada”. Tampoco hubo suerte allí. Bassi dijo que no estaba al tanto: “No pude leer el mail porque estuve afuera la semana pasada”.
Rossi ordenó licenciar a Dorrego. Logró detener la salida del segundo volquete. El primero, con documentación histórica y sensible, se perdió en manos de los cartoneros del Bajo Flores.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1776487-arrojaron-a-la-basura-documentos-sensibles-de-un-area-de-defensa